Paraje Ibatín: el sitio donde el pasado de Tucumán emerge

Los 31 de mayo están tatuados con fuego en los corazones tucumanos. Es que el origen de la ciudad capital se remonta a esa fecha de 1565, cuando un militar español de importancia crucial, Diego de Villarroel, fundó la ciudad de Tucumán en un paraje llamado Ibatín, situado en el departamento de Monteros, en el sur provincial.

Es imposible rememorar el trazado de esa antigua ciudad y no volver sobre el actual emplazamiento de San Miguel de Tucumán, sobre todo la vertiginosa vida de su microcentro. Su disposición que evoca a un tablero de damas… La plaza principal ubicada en el corazón de esa incipiente ciudad… El Cabildo, que luego de su traslado a La Toma desaparecería para dar lugar a la actual Casa de Gobierno de reminiscencia francesa… La Iglesia Matriz y las iglesias de los jesuitas, de los mercedarios, de los franciscanos y la de San Judas Tadeo y San Simón, que sería destruida por la gran inundación de 1678.

En su acta fundacional la ciudad figuraba bajo el simbólico nombre de “San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión” y había sido emplazada un cuarto de legua al sur del río de la Quebrada del Calchaquí. Sin embargo, esa zona no estaba deshabitada cuando llegaron los españoles, sino que en ella vivían diferentes grupos indígenas dedicados a la caza, la recolección y la agricultura. El vínculo entre ambos distaría de ser armónico.

Aquel 31 de mayo de 1565 Villarroel tomó los juramentos a los alcaldes y a los regidores. Unos años más tarde, en 1578, el gobernador Abreu emprendió lo que se conoció como la Jornada de los Césares y reclutó a los vecinos de la ciudad. Cuando se enteraron de esta situación, los grupos indígenas atacaron e incendiaron el lugar en la noche del 28 de octubre.

Más allá de este incidente que marcó la relación de quienes habitaban Ibatín, la antigua ciudad perduró 120 años y se convirtió en un sitio pujante debido a la fertilidad que tenía su suelo y a su ubicación, cerca del camino de la Quebrada del Portugués que conectaba al Perú con el Río de la Plata. Esto llevó a que su vida comercial fuera activa. Sus abundantes cedros sirvieron como materia para la construcción de carretas, vehículos que ayudaban al fortalecimiento de la actividad comercial. Sin embargo, con el estallido de las guerras calchaquíes se abandonó ese camino y la ciudad perdió su importancia crucial.

Otro problema que enfrentó Ibatín tuvo como protagonista al río, que si bien proveía de agua a la ciudad se obstruía por las crecidas, lo que pronto convirtió a este curso en un cauce peligroso. Durante los siguientes años este continuó modificándose. Con el tiempo anegó la periferia de la ciudad que, como si fuera poco, también afrontaba el paludismo, una enfermedad transmitida por un parásito que era potencialmente mortal.

El acontecimiento que marcó el fin de Ibatín fue la inundación de 1678. Esta arrasó con las viviendas del norte y destruyó la ermita de San Judas Tadeo y San Simón. Un año más tarde el agua llegaría a la zona cercana a la plaza de armas. Tras la gran inundación se organizó un cabildo abierto para buscar una solución. De allí surgieron dos posibilidades: limpiar el cauce del río y así evitar desbordes a futuro o, por el contrario, abandonar la ciudad y trasladarla a la zona de La Toma, a poco más de 60 kilómetros de Ibatín, una región que crecía en ese entonces de la mano de mercaderes.

La segunda iniciativa, más radical, fue la que obtuvo la mayoría de votos y en 1685 finalmente la ciudad se trasladó a su actual ubicación. Las constantes inundaciones y el paludismo marcaron el fin de 120 años de historia de San Miguel de Tucumán en el sur provincial.

Sin embargo, el pasado de la ciudad aún emerge de las entrañas de esa tierra que cobijó a la capital de Tucumán por más de un siglo. Las primeras excavaciones fueron realizadas en 1965 y sacaron a la luz los cimientos de piedra de algunos de los principales edificios que forjaron Ibatín: el Cabildo, la Iglesia Matriz y el colegio de los jesuitas, entre otros, que se emplazaban en torno a la Plaza Mayor.

Hoy en día se erige en ese territorio el Parque Provincial y Museo Arqueológico a Cielo Abierto Ibatín, creado en 1965 para preservar el sitio de la fundación de San Miguel de Tucumán. En su Centro de Interpretación se aprecia el patrimonio que fue recuperado y se puede conocer en profundidad la historia de la Ciudad Fundacional. En los corazones tucumanos sigue tatuado con fuego cada 31 de mayo.

Fuente: Tucumán Turismo.