Los secretos de Puan y Campana, en el mapa bonaerense

Puan y Campana no suelen cruzarse en el mapa mental del turismo bonaerense. Sin embargo, cada una en su rincón de la Provincia ofrece una riqueza singular: mientras una invita al recogimiento entre lagunas, sierras suaves y reliquias religiosas, la otra respira industria y naturaleza salvaje en una convivencia tan tensa como encantadora. Ambos destinos, unidos por viejas estaciones de tren y reservas que resisten el olvido, merecen una mirada detenida.
- Puan, los secretos del oeste bonaerense
En el suroeste de la provincia de Buenos Aires, allí donde la llanura empieza a romperse en lomas suaves y el viento sopla con una lentitud casi ritual, se encuentra Puan, hogar de la Fiesta Nacional de la Cebada Cervecera. Con poco más de 5.000 habitantes, este pueblo fundado en 1876 combina historia, espiritualidad y naturaleza con una tranquilidad difícil de encontrar en otros rincones bonaerenses.
La Laguna de Puan, que ocupa unas 700 hectáreas a metros del centro urbano, es el corazón natural del distrito. Rodeada de sauces y álamos, ofrece un entorno ideal para la pesca, paseos en bote o simplemente para contemplar el atardecer que, desde ese horizonte despejado, parece devorar el cielo entero.
Pero también guarda una dimensión espiritual. En lo alto de uno de sus cerros, el monasterio Santa Clara de Asís vigila el pueblo desde 1941. A metros, una imponente escalinata de piedra y estaciones del vía crucis, propone una caminata meditativa que culmina en una de las vistas panorámicas más impactantes del sudoeste provincial El Templo Mirador Millennium -con 20 metros de altura- uno por cada siglo cristiano y 24 metros de diámetro, uno por cada hora del día. Se erige “como signo visible de amor y gratitud de la comunidad de Puan a Jesucristo en los 2000 años de su nacimiento” y en correspondencia a lo manifestado por la Iglesia Católica, donde expresaron la voluntad de que se construyeran este tipo de obras magníficas en sitios elevados, en ocasión del Gran Jubileo de 2000.
Otro punto ineludible es la antigua estación de tren, vestigio de un pasado que fue más bullicioso. Inaugurada en 1886, fue parte vital del ramal Bahía Blanca–Carhué. Aún conserva su arquitectura original, con galpones de chapa y andenes infinitos. Donde parece congelado el tiempo, como si todavía pudiera oírse el silbato de la locomotora recortando el viento del oeste.
La isla situada en el centro de la laguna es otro punto de interés crucial. Este espacio, que abarca 49 hectáreas, fue declarado Reserva Natural y Cultural debido a su valor arqueológico, natural e histórico. Las visitas guiadas al lugar son una oportunidad para explorar su rica biodiversidad, con avistaje de aves y más de 100 especies de flora autóctona. Senderismo y una parada casi obligada en la casa de Rómulo Franco, la primera autoridad del partido, datada en 1886, son paseos inolvidables.
- Campana, naturaleza entre fábricas y humedales
A menos de 80 kilómetros de la Capital Federal, Campana representa una extraña alquimia entre desarrollo industrial y preservación ecológica. Fundada en 1885, y con una economía fuertemente vinculada al puerto y la siderurgia, la ciudad sorprende al ofrecer, junto a chimeneas y galpones de metal, un acceso privilegiado a algunos de los ecosistemas más ricos del Delta del Paraná.
El Parque Nacional Ciervos de los Pantanos, conserva pastizales naturales, barrancas y bajíos ribereños, dentro del área protegida con 5000 hectáreas que aportan al almacenamiento y purificación del agua para consumo de las localidades vecinas. Su preservación es fundamental para moderar el clima, servir de refugio a la diversidad natural y ofrecer un gran espacio natural de recreación.
Rómulo Otamendi fue propietario, desde fines del siglo XIX, de las tierras que hoy conforman el parque. En el año 1990 se creó la Reserva Natural Otamendi en honor al antiguo dueño y luego fue convertida en el Parque Nacional. Cuenta con estacionamiento y área de servicios donde funcionan la oficina de informes, el auditorio, el centro de visitantes, los sanitarios y el área de picnic. A diferencia de otros parques nacionales, aquí la experiencia es cruda, casi silvestre. Caminos de tierra, cielos abiertos y una flora exuberante que no fue domesticada.
Campana también fue un nodo ferroviario estratégico. Su estación de tren, de estilo inglés, es una joya arquitectónica que remite a los tiempos en que el Ferrocarril Central Argentino conectaba al país. Aunque las locomotoras actuales ya no tienen el encanto del vapor, la estructura original se mantiene en pie: techos altos, grandes ventanales, bancos de madera y ese aire a novela de principios del siglo XX.
En el centro urbano se destaca el Monumento al Primer Automóvil Argentino, en homenaje al coche creado por Manuel Iglesias en 1907. La obra de bronce y hierro resume el orgullo local por un invento que muchas veces queda opacado por los grandes nombres de la historia nacional, pero que Campana recuerda con devoción.
También vale una caminata por el Paseo Costanero, donde el río Paraná de las Palmas se despliega entre muelles y vegetación. Desde allí parten excursiones náuticas que se adentran en las islas, ofreciendo otra perspectiva de los humedales y su fauna. La experiencia es especialmente recomendable al atardecer, cuando el sol se refleja en el agua y las aves retornan en bandadas.
Puan y Campana no podrían ser más distintas: una mira hacia adentro, con su tempo rural y su vocación mística; la otra se proyecta hacia el río, entre fábricas y reservas, entre el progreso y la resiliencia ambiental. Sin embargo, ambas conservan algo esencial: la memoria de sus estaciones de tren, sus monumentos que interpelan la identidad local y un compromiso silencioso con la naturaleza que las rodea.
En un mapa turístico muchas veces repetido, estos destinos invitan a correrse del guión, a detenerse y escuchar lo que la Provincia aún tiene para contar. Desde las aguas mansas de la Laguna de Puan hasta el aullido lejano de un ciervo entre los pantanos, la provincia de Buenos Aires tiene su alma hecha de contrastes, pero también de belleza.
Producción: Dirección de Marketing y Comunicación Turística PBA